La Covid-19 y la guerra de Ucrania frenan el avance hacia el acceso universal a la energía, según IRENA

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La pandemia de la Covid -19 ha sido un factor clave para frenar el progreso hacia el acceso universal a la energía. A nivel mundial, 733 millones de personas aún no tienen acceso a la electricidad, y 2.400 millones de personas siguen cocinando con combustibles perjudiciales para su salud y el medio ambiente. Al ritmo actual de progreso, 670 millones de personas seguirán sin electricidad en 2030, 10 millones más de lo previsto el año pasado, según la edición de 2022 de “Seguimiento del ODS 7: Informe sobre los progresos realizados en materia de energía”, publicado por la Agencia internacional de energías renovables (IRENA).

El nuevo informe muestra que las repercusiones de la pandemia, incluidos los confinamientos, las interrupciones de las cadenas de suministro mundiales y el desvío de recursos gubernamentales para mantener los precios de los alimentos y los combustibles asequibles, han afectado al ritmo de avance hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 7) de garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para 2030.

A pesar de las continuas interrupciones en la actividad económica y en las cadenas de suministro, la energía renovable fue la única fuente de energía que creció durante la pandemia. Sin embargo, estas tendencias positivas de las energías renovables a nivel mundial y regional han dejado atrás a muchos de los países más necesitados de electricidad. Esto se vio agravado por una disminución de los flujos financieros internacionales por segundo año consecutivo, que disminuyeron hasta ser de 10.900 millones de dólares en 2019, a pesar de las inmensas necesidades de desarrollo sostenible en la mayoría de los países y la creciente urgencia del cambio climático. El importe se redujo en casi un 24% respecto al año anterior y puede empeorar por la pandemia de 2020. En general, el nivel de financiación sigue estando por debajo de lo necesario para alcanzar el ODS 7, especialmente en los países más vulnerables y menos desarrollados.

El descenso se produjo en la mayoría de las regiones, con la única excepción de Oceanía, donde los flujos públicos internacionales aumentaron un 72%. La mayor parte de los descensos se concentraron en Asia oriental y sudoriental, donde cayeron un 66,2%; América Latina y el Caribe, donde se redujeron un 29,8%; y Asia central y meridional, donde disminuyeron un 24,5%.

Aunque el sector privado financia la mayor parte de las inversiones en energías renovables, la financiación pública sigue siendo clave para atraer el capital privado, entre otras cosas para crear un entorno propicio para las inversiones privadas, desarrollar la infraestructura necesaria y abordar los riesgos y obstáculos percibidos y reales para las inversiones en la transición energética.

Las repercusiones de la crisis de la Covid-19 en la energía se han visto agravadas en los últimos meses por la invasión rusa de Ucrania, que ha provocado incertidumbre en los mercados mundiales del petróleo y el gas y ha disparado los precios de la energía.

África sigue siendo el continente menos electrificado del mundo, con 568 millones de personas sin acceso a la electricidad.

“Es necesario acelerar la financiación pública internacional de las energías renovables, especialmente en los países más pobres y vulnerables. No hemos apoyado a los más necesitados. Cuando sólo quedan ocho años para lograr el objetivo de acceso universal a una energía asequible y sostenible, necesitamos acciones radicales para acelerar el aumento de los flujos financieros públicos internacionales y distribuirlos de forma más equitativa, para que 733 millones de personas que actualmente se quedan atrás puedan disfrutar de los beneficios del acceso a la energía limpia”, dice Francesco La Camera, Director General de IRENA.

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