Mercados solares y de almacenamiento: Demasiadas opciones para elegir, muy poco para decidir

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Es una realidad habitual en el mercado: el mejor producto no siempre prevalece. A menudo, gana la opción más barata. Por muy avanzado que sea un desarrollo o por muy bien pensado que esté el concepto, un producto tiene pocas posibilidades de éxito a largo plazo si es demasiado caro o demasiado complejo de manejar. Dicho esto, el producto más barato tampoco domina automáticamente el mercado. En la tecnología solar, el equilibrio entre el precio, la calidad y la facilidad de uso determina si un producto se convierte en un éxito de ventas. Los sistemas fotovoltaicos están diseñados e instalados para una vida útil de más de 20 años.

Desde esta perspectiva, los fabricantes deberían equipar los módulos solares con materiales de mayor calidad y vidrio más grueso, mientras que los inversores y las baterías deberían utilizar componentes electrónicos más duraderos. Sin embargo, la caída sostenida de los precios de mercado ha creado una intensa presión que limita la calidad de los productos. Se reducen los costos y se aplican optimizaciones en todas las etapas para que los productos sean más baratos y ligeros. Cada vez se empaquetan más unidades en un solo contenedor para reducir los costos de envío. En muchos casos, solo después de años de funcionamiento se ve claramente si los productos cumplen lo prometido o si se han hecho demasiadas concesiones.

Los precios de los módulos mostraron pocos cambios hacia finales de año, lo que sugiere que el mercado puede haber alcanzado un nivel en el que es difícil seguir bajando. Las desviaciones aisladas de la tendencia a la baja se deben en gran medida a ventas urgentes o liquidaciones de existencias y no indican un cambio estructural. Dadas las importantes pérdidas que los fabricantes asiáticos han absorbido durante años, muchos esperan una eventual corrección al alza de los precios. El momento y los mecanismos siguen sin estar claros. El aumento de los precios de los módulos podría permitir a los fabricantes mejorar de nuevo la calidad, pero ningún proveedor importante está dispuesto a dar el primer paso. Los grandes productores chinos, en particular, temen perder la cuota de mercado que tanto les ha costado ganar.

Solo los conglomerados diversificados que no dependen exclusivamente del sector solar, o los proveedores nicho más pequeños que atienden a bases de clientes definidas, pueden permitirse fijar precios por encima del nivel general del mercado reflejado en los índices del sector. Los fracasos de Meyer Burger y SunPower, entre otros, demuestran lo difícil que es mantener la fabricación de módulos a gran escala cuando los costos de producción no se ajustan a los precios vigentes en el mercado. Esta realidad pone de relieve un reto recurrente para los planificadores y compradores de sistemas: una abundancia de productos, pero muy pocas opciones fiables.

La experiencia demuestra que a menudo es aconsejable adoptar un enfoque conservador a la hora de seleccionar los componentes y los conceptos de los sistemas. Si bien la innovación en el sector solar es esencial y con frecuencia impulsa avances importantes en la generación de energía, también conlleva un riesgo significativo. En el caso de activos intensivos en capital y de larga duración, como las centrales eléctricas, los fallos de los componentes al cabo de solo unos años —o la desaparición de los fabricantes y los garantes justo cuando surgen los problemas— pueden tener graves consecuencias.

No faltan ejemplos que sirvan de advertencia. Un caso destacado es el breve auge del llamado silicio de grado solar o metalúrgico a principios de la década de 2010. En ese momento, el fuerte crecimiento de las energías renovables provocó una escasez de subproductos de polisilicio procedentes de la fabricación de semiconductores. En respuesta a ello, los investigadores desarrollaron silicio menos puro utilizando procesos de producción más sencillos y económicos. En la era de los módulos policristalinos, con eficiencias típicas en torno al 15 %, estos productos de menor rendimiento parecían comercialmente viables a un precio adecuado.

Sin embargo, en la práctica, los módulos fabricados con estas células, comercializados por Canadian Solar como «módulos E», se degradaban mucho más rápidamente que los productos convencionales. El rendimiento energético cayó muy por debajo de las expectativas, lo que obligó a los fabricantes a sustituir los módulos tras solo unos meses de funcionamiento. El episodio acabó provocando pérdidas significativas y el rápido fin de la tendencia.

Otro ejemplo de tecnologías de almacenamiento no convencionales son las baterías de flujo redox a escala residencial. A escala industrial, los sistemas de flujo redox son una solución probada y rentable. Sin embargo, Prolux Solutions intentó adaptar la tecnología para su uso en viviendas unifamiliares. En la práctica, parece que se subestimaron los retos asociados a la circulación de electrolitos líquidos, lo que provocó fugas a los pocos meses de funcionamiento. Los elevados costos de mantenimiento previstos para un gran número de pequeñas instalaciones llevaron finalmente a la empresa a anunciar que, a finales de 2025, el número limitado de sistemas instalados se retiraría o se sustituiría por la tecnología consolidada de fosfato de hierro y litio (LFP).

En algunos casos, se requieren múltiples ciclos de desarrollo antes de que un concepto alcance la madurez suficiente o las condiciones del mercado evolucionen para que sea viable. Los colectores híbridos, que combinan la generación fotovoltaica y la solar térmica, son un claro ejemplo de ello. Desde una perspectiva física, el concepto presenta una contradicción inherente: el exceso de calor reduce la producción eléctrica, lo que requiere una eliminación continua del calor, pero al hacerlo a menudo se deja una energía térmica insuficiente para aplicaciones de calefacción eficientes. Durante las últimas dos décadas, este principio se ha revisado repetidamente, dando lugar a numerosas empresas respaldadas por capital riesgo, todas las cuales fracasaron finalmente. El avance se produjo cuando los desarrolladores abandonaron el costoso aislamiento de la parte trasera y, en su lugar, combinaron los colectores con bombas de calor capaces de utilizar calor a baja temperatura.

Un indicador útil de que una nueva tecnología puede ganar tracción duradera es la presencia de múltiples empresas que persiguen enfoques similares y los llevan al mercado. Cuando varias empresas emergentes con soluciones comparables logran atraer a inversores internacionales, esto sugiere un desarrollo con un potencial genuino a largo plazo. Una vez que estos productos logran una penetración significativa en el mercado, merecen una mayor atención. En esa etapa, el riesgo de fracaso se reduce significativamente, al menos hasta que surja la siguiente tecnología disruptiva.

 

Sobre el autor: Martin Schachinger estudió ingeniería eléctrica y lleva casi 30 años trabajando en el campo de la energía fotovoltaica y las energías renovables. En 2004, creó la plataforma de comercio en línea pvXchange.com. La empresa almacena componentes estándar para nuevas instalaciones y módulos solares e inversores que ya no se fabrican.

 

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