¿Cómo es ser mujer en la ingeniería? ¿Y por qué somos tan pocas?

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A pesar de los avances en las últimas décadas, las mujeres siguen siendo una minoría en la ingeniería, especialmente en los sectores de energía. Según datos del Censo de Educación Superior y del CREA, solo alrededor del 20% de los profesionales registrados en ingeniería son mujeres. En el sector solar, donde la innovación y la transición energética están en el centro del debate, esta desigualdad de género persiste y debe ser enfrentada.

Las razones son estructurales y comienzan temprano. Desde la infancia, las niñas reciben menos estímulo para explorar áreas exactas y técnicas. La ausencia de referentes femeninos, combinada con estereotipos que asocian la ingeniería a una carrera “masculina”, limita sueños y elecciones. En la educación superior, enfrentamos ambientes hostiles, con acoso y subestimación frecuente de nuestras competencias. En el mercado laboral, son comunes los desafíos para ocupar cargos técnicos o de liderazgo, donde aún predominan los hombres.

La presencia de más mujeres en la ingeniería y, especialmente, en el sector solar fotovoltaico, es urgente. La diversidad de género no es solo una cuestión de justicia social, sino un factor comprobado de innovación, creatividad y eficiencia. Los equipos diversos toman decisiones más robustas y reflejan mejor la sociedad que desean atender. Iniciativas como la Red de Mujeres de la Energía Solar (Red MESol) tienen un papel fundamental al crear espacios de apoyo, visibilidad y articulación para ingenieras del sector. Mostrar que es posible, y necesario, ser mujer, técnica y protagonista de la transición energética, es una misión colectiva y, por eso, invitamos a dos voluntarias de la Red MESol a hablar sobre cómo se sienten siendo mujeres en la ingeniería.

Bárbara Gomes, ingeniera de Energías

una mujer negra y en la ingeniería he enfrentado y sigo enfrentando innumerables desafíos. Desde que ingresé a la universidad, siempre escuché comentarios disfrazados de “sorpresa y extrañeza” por haber elegido esta profesión. El ambiente académico siempre fue hostil, la permanencia de las mujeres en los cursos de ingeniería es un desafío diario, especialmente cuando otros marcadores componen el perfil de esas mujeres; en mi caso, por ser una mujer negra de origen rural, que estudió toda la vida en escuela pública, fui desvalorizada durante toda mi trayectoria, sobre todo porque soy totalmente diferente de lo que la sociedad imagina al pensar en un ingeniero (hombres y blancos).

La principal razón por la que aún somos tan pocas en las empresas y organizaciones, a pesar de que nuestro nivel educativo es estadísticamente mayor que el de los hombres, está en el pacto silencioso e institucional de mantenimiento del poder entre ellos, y en la creencia de que los hombres son mejores que nosotras en el ámbito técnico e intelectual. Necesitamos romper con falsos patrones y, principalmente, apoyarnos unas a otras, para inspirar a más niñas y hacer que más mujeres se sientan acogidas y parte de este sector y alcancen mayores espacios.

Las relaciones que creé a lo largo de mi trayectoria, junto a otras mujeres que buscaban la ingeniería, fueron fundamentales para motivarme y persistir en esta profesión. A pesar de ello, los cursos de ingeniería y muchas empresas del sector lamentablemente aún niegan, violentan y minimizan nuestra capacidad técnica como mujeres. Estar en red y en confluencia con nuestras iguales siempre será nuestra mejor estrategia de fortalecimiento.

 

Allana Paini dos Reis, ingeniera de Soluções Comerciais

Siendo mujer en la ingeniería, me siento desafiada, entusiasmada y orgullosa de contribuir con un futuro sostenible, pero también agotada. Agotada por tener que demostrar constantemente mi capacidad, mientras que a los hombres se les asume su competencia como estándar. Todo empieza desde temprano: somos desalentadas a seguir áreas técnicas, enfrentamos profesores y colegas machistas y la soledad de ser una de las pocas mujeres en muchos ambientes. Nuestra voz suele ser ignorada hasta que un hombre repite la misma idea. Y cuando finalmente conquistamos un espacio, surgen nuevos obstáculos: preguntan si vamos a quedar embarazadas, si podemos ser buenas esposas y profesionales o incluso nos culpan por acosos. ¿Por qué somos pocas? Porque el sistema es hostil. Exigen que seamos técnicamente impecables, emocionalmente resilientes e infinitamente pacientes para ocupar un lugar que, para los hombres, es un derecho.

Pero hay conquistas. Cada proyecto que lidero, cada mujer que me inspira, demuestra que estamos cambiando el engranaje. No es una lucha solitaria; unidas, abrimos camino para que las próximas no tengan que empezar desde cero. Y, por más difícil que sea, eso me motiva a continuar.

Necesitamos políticas públicas y empresariales que promuevan la equidad de oportunidades, mentorías, incentivos para la formación técnica de niñas y ambientes de trabajo acogedores. Somos pocas, pero podemos ser muchas. Y cuantas más seamos, más justo, sostenible e innovador será el futuro de la energía.

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